Queridos amigos del foro. Tenemos el gusto de presentaros un nuevo artículo de nuestro amigo D. Carlos Enrique que relata la história de "Salvador", uno de los famósos "pájaros" de Jabalquinto. Esperamos que sea de vuestro agrado.

“ SALVADOR”

Carlos Enrique López Martínez.

Todavía no está claro porqué le pusieron ese nombre, pero a María, la mujer de Julio, le gustó y le llamaron así quizá en una premonición de lo que sería su futuro. Estaban prácticamente empezando con la granja que tan buenos reclamos a dado a esta bendita afición. Los ya famosos “Jabalquinteños” de los que publicamos un reportaje en Trofeo Caza Andalucía.

Apenas habían seleccionado un puñado de pájaros para venderlos para reclamo, y haciendo esta selección se encontraron con aquel pollo debilucho, feo, medio desplumado por las palizas a que lo habían sometido sus congéneres y más con intención de “salvarlo de la quema” que de otra cosa, lo enjaularon en compañía de los que habrían de servir para formar la exposición de los que aquel año soportarían las miradas y las pitas hechas con los dedos, de los aficionados que pasarían por allí buscando un buen compañero para las horas de repostero.


Durante su periodo inicial de cautiverio, Salvador demostraba que se encontraba bien en la jaula no dando un ruido. Estaba cómodo en el sitio donde sus compañeros no podían llegar a molerlo a picotazos, y con la visita de los distintos compradores se fue haciendo a la presencia de humanos, que ni siquiera lo molestaban haciéndole “sonar los dedos”. Los posibles compradores, iban limpiando el jaulero y a él lo mas que le dirigían era un comentario despectivo. Unos: ¿ Y a esto pa que lo tienes aquí? , otros : ¡ Coño que bicho más feo! . Poco a poco, se fue emplumando pero a pesar de todo, morfológicamente invitaba más a la reflexión que al deseo de compra. Así se fue quedando solo en el espacio destinado a exposición y ni siquiera los últimos rezagados quisieron hacerse con sus servicios por las doscientas pesetas que llegaron a pedir por él. “Si me das cuarenta duros te lo llevas...” Ni por esas. Terminó la temporada y Salvador se quedó solo, rodeado de jaulas vacías. Fue María, la que empujada por esa ternura que le caracteriza hasta para hablarle a las perdices, decidió quedarse con él.

La buena alimentación, el cariño y los mimos prodigados, convirtieron a Salvador en un pájaro con buenas carnes y bien emplumado. Pero no podía evitar, ser un pájaro tan grande como feo. Era desproporcionado en sus formas y tenia un pico gordo en exceso que no le ayudaba a mejorar su aspecto. Pasó el año en el corral, con los pollos, donde correteaba alegremente entre los pies de María cuando entraba a darle de comer a las gallinas o daba de pie al ver a Julio, ganándose las simpatías de los que le conocían pero no el deseo de verlo en un repostero.

Ya de segundo año ocupó su puesto en la exposición, pero su presencia sólo sirvió para realzar la belleza de los otros. Ese año Julio hizo una gran selección y se quedó sin pollos bastante antes de empezar la temporada. De manera que Salvador volvió a ser el inquilino fijo de la vitrina y volvió a quedarse solo y sin posibilidades de venta. Tanto apretaron los amigos y los compromisos de aquel año, que Julio se vio forzado a vender hasta los pájaros que había reservado para cazar él. Por lo que se encontró en plena temporada, con un jaulero de circunstancias donde el único pájaro de segundo celo era Salvador. La primera tarde que lo colgó le mató una pareja y el pájaro hizo primores. Volvió a colgarlo y volvió a tirarle. Y como si fuera la historia rediviva del “patito feo”; donde los “entendios” solo vieron fealdad, se encerraba un autentico pájaro de bandera. Cada vez que salía al campo, si había perdices, aquellas terminaban debajo de su jaula. No le importaban ruidos, ni viento, ni lluvia, ni frió ni calor. Cuando se le ponía en el repostero, “ cazaba”, así como suena, cazaba para él y para el puesto. Disfrutaba con cada faena dando a cada pájaro el trato que merecía para meterlo en plaza. Salvador se crecía cuando había que demostrar todo el valor que atesoraba y se achicaba y “mariconeaba” cuando había que engañar al contrario receloso. Los funerales que hacía, eran una mezcla de miserere y marcha triunfal que deleitaban a Julio, que luego refería orgulloso las faenas de su pájaro. Después del segundo celo, Salvador volvió al corral, donde se hizo el amo. Salía de allí detrás de Julio o de Maria y correteaba el patio o daba pequeñas voladas ejercitando las alas pero nunca hizo intención de irse. Cuando comenzó su tercera temporada de caza, ya su fama había corrido por bares y mentideros y un cazador “forastero” acudió a casa de Julio interesándose por probar el pájaro. Fueron momentos difíciles , le habían tomado mucho cariño , pero la economía no permitía hacer ascos a una buena oferta. Fueron a probarlo al coto de úbeda,
 El “forastero”, un constructor de Ibiza, quedó bien impresionado con las dos faenas que le costaron la vida a una pareja. Pidió precio y Julio envalentonado, y deseoso de recibir una negativa por respuesta lanzó el reto: 250.000 pesetas. (Hace quince años, ese dinero era una pequeña fortuna) El constructor se lo pensó.
  • Eso es mucho dinero.

  • Lo que vale el pájaro.

  • Me lo tienes que dejar que lo vea por la tarde.

  • Yo esta tarde no puedo venir, pero se lo dejo y lo prueba. Si le gusta, ya sabe lo que vale. Si no, me lo lleva a la casa y en paz.



 Cuando María vio a Julio aparecer sin el pájaro, se llevó un buen disgusto. Pero cuando supo que tampoco traía ningún dinero, el disgusto se convirtió en un sinfín de reproches. ¿Cómo podía fiarse de alguien que no conocía? ¿Y si se iba con el pájaro sin decir ni pío. ?. ¿Dónde irían a reclamar sus pertenencias? . Julio se deshacía en explicaciones que no convencían a quien se veía “sin collar y sin perro”. La noche fue larga. Entonces no había móviles y teléfono fijo solo tenían el suyo que no sonaba. Del supuesto comprador sabían que era un hombre educado, que vivía en Ibiza... y que le gustaba el cuco. Poco o nada más. La mañana se hizo más larga que la noche, el teléfono seguía sin sonar y Julio cada vez veía mas negro el horizonte. Por fin después de una comida donde se habló poco y de mal humor, sonó el teléfono. Julio se apresuró a cogerlo y la voz del constructor al otro lado no sirvió precisamente para tranquilizarlo...
  • Julio¡, oye perdona que no te llamara. El pájaro estupendo. Le maté dos y una pepa. Estoy en el barco camino de Ibiza y me lo llevo. He tenido un problema y tengo que volver. No he tenido tiempo de ir a verte. Dame un número de cuenta donde poder ingresarte el dinero mañana mismo.

Dejó pasar dos días antes de ir al banco. Lo tenía tan claro que prefería esperar para recibir el palo. El director lo recibió como siempre con una sonrisa.

Aunque parezca mentira entonces no todas las oficinas contaban con un ordenador y en aquella era casi una novedad.

  • Espera un momento, porque estos chismes... Siéntate. Si, aquí tienes un ingreso...

Julio notaba el pulso en las sienes como cuando Salvador daba de pie, acompañando el canto con vulanas...

  • ¿Cuánto?

  • Un momento, ya está. Doscientas setenta y cinco mil pesetas... ¿qué negocios tienes tú en Ibiza?.

  • ¡ Un pájaro de perdiz!

      - ¡ Tú estas chalado!.

Le pidió el dinero en metálico, y salió corriendo para ponerlo encima de la mesa delante de María.

Salvador cumplió con su nombre y su destino, gracias a él taparon unos pocos de agujeros y pagaron algunas letras... pero siempre le echaron de menos. Al cabo de unos años les contaron que aquel constructor de Ibiza se llevaba el pájaro a la obra y a cien metros lo ponía y tiraba... toda una leyenda.

Y una historia más para nuestras Historias de la Caza.