A mal celo, reclamo consagrado. Con agradecimiento a mi esposa quien me acompaña al puesto y única testigo de cuánto comparto con vosotros y, dedicado especialmente a ella. De antemano, baste decir que no resulto un cuquillero que se jacte de su jaulero de campo y en menor medida de hacer recuento de perdices abatidas en cada temporada a modo de cumplimiento alguno, pero Marocho es un reclamo que supera cualquier título de propiedad y enseña a cazar el cuco a quien le quite su sayuela, ésa es la verdad. Lo adquirimos ya hace cuatro celos con doble espolón y presuntamente zancado puesto que no apoyaba su pata izquierda que la tenía levantada a modo de saludo permanente, sin poder cazarlo ese año y en espera de su mejoría que con mal augurio se produjo tras estar en tierra para el siguiente celo en contra de lo que siempre he sostenido acerca de que un reclamo zancado no se curaba nunca.
En su primer puesto, ya de tercero pude comprobar como este reclamo era suave como el almíbar y cantarín incansable teniendo su bautismo de fuego con un tinajero de ocho espoloncillos corridos en cada pata que vinimos a encontrar en una lengüeta junto al río Guadalmena. Nunca he sido gustoso de que el campo se subiera al repostero pero no había forma de evitarlo. Machos y hembras de forma constante se subían a mi pesar sin dar con remedio alguno pero se quedó prácticamente hecho en su primer celo de caza, en honor a la verdad, con tanto lance y mis recriminaciones cuquilleras.
La temporada pasada fueron innumerables igualmente los lances del campo en celo ante el Marocho en mis cazaderos, cada vez que lo sacamos a dar el puesto el campo aparecía, siempre, sucumbiendo ante su reclamo perfecto cuya intensidad va en consonancia a la distancia del campo con su recibo quebrado y su ausencia de muestra alguna haciendo nuevamente gala de consagrase como reclamo de bandera. Sin embargo y sin tener conocimiento previo en verdad, a final de la anterior temporada aceptamos ir de invitados a cazar el cuco en una finca en la que pude comprobar una extraña rareza en el Reclamo que me ha quitado el sueño durante toda la muda pasada: Marocho no recibía a las granjeras. Se afilaba su pico, se trasteaba su pluma delante de ellas pero no las recibía.
Recién iniciado el presente celo, con un celo frío y un campo que no canta en estos olivares cercanos a mi ciudad lleva ya tras su sayuela once machos que entrados de callado pero haciendo el borracho y extrañados de no poder subirse a la jaula rompen a dar de pie en ante un recibo que todo cuquillero de este foro debería ostentar en su jaulero.
Gracias, Marocho.
Chanteo.